Ellos también sufren.
Él es uno de mis mejores amigos, mujeriego
como muchos, pero de los pocos en quienes yo verdaderamente confío, nunca vi un
hombre tan sincero consigo mismo, era un primero de enero de 2017, estamos
amanecidos, enfiestados y seguíamos tomando, miré alrededor de la mesa y él no
estaba allí, ¿Dónde está? –Pregunté- está al fondo en la mesa seguida del baño, llegué hasta donde él estaba... Les confieso que he pasado mi vida viendo mujeres llorar delante de quien sea, pero jamás a un
hombre, me partió el alma y me arrugó el corazón, me senté en sus piernas, lo
abracé tan fuerte como pude, en ese momento fue inevitable llorar junto a él,
escucharlo era sentirme reflejada en sus palabras, aunque vivimos situaciones
diferentes, llorábamos por una misma razón, por la falta de amor.
Entre muchas cosas que me decía,
me quedó grabado esto: “Negra, yo quiero cambiar, pero no puedo, no quiero ser
más un perro vagabundo, eso es lo que soy, todo el mundo me conoce así”.
No es solo su situación, es la de muchos hombres, que creen que teniendo mil mujeres a sus pies pueden alcanzar la felicidad, él puede estar con todas las que quiera y llevárselas a la cama, pero su corazón después de todo sigue vacío.
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