UN SUEÑO APAGANDO OTRO SUEÑO

Por: Anyer Lorena Mosquera Sánchez



La indiferencia y las balas, en ocasiones, causan el mismo efecto, asesinan. Cuando una persona joven muere, no solo se apaga una vida, se apagan sueños, se apaga un presente luchando por tener un futuro; cuando ese o esa joven es asesinada, esa vida, esos sueños, ese presente y ese futuro se esfuma de manera violenta; pero nuestra sociedad ensordece y enmudece ante el hecho cuando aquel o aquella joven no era hijo(a) de alguna familia reconocida, cuando no tenía ciertos privilegios sociales, de clase o de etnia, y no vemos que hasta ahí llegó la continuación de su vida, ahí terminó todo. 

Sin darnos cuenta hacemos apología a un sistema que se lucra y disfruta de la muerte del otro o de la otra, del sufrimiento ajeno, nunca del propio; en lugar de tratar de reconstruir la sociedad con todo y su descomposición, buscamos teorías que permitan convencernos de que la persona asesinada de alguna u otra forma ‘se buscó su suerte (su muerte)’. 

Cuando nos detenemos a mirar los asesinatos de jóvenes nos damos cuenta que son sueños apagando otros sueños, porque por lo general son jóvenes que, siguiendo órdenes de un patrón, asesinan a otros jóvenes o niños(as); jóvenes que, gracias a la indiferencia de su entorno, (familia, sociedad, Estado), gracias a la indiferencia del sistema no tienen oportunidad de hacer de su vida algo diferente, y luego esa misma sociedad que nunca se interesó por sus vidas les juzga; una sociedad que, hipócritamente se hace llamar "pro-vida". 

Mientras tanto… La cancha queda vacía, el balón de fútbol queda en el lateral izquierdo esperando una patada que nos regale la alegría de un nuevo gol; seguimos esperando la patada, seguimos esperando el gol, seguimos esperando el partido, pero... ¿El goleador?, el goleador ya no está, los goleadores tuvieron una ausencia forzosa, una ausencia que solo la lloran sus madres, solo la lloran sus padres, es que cuando el muerto no es mío no me duele. 

El salón de clases ha quedado con una silla vacía, la pista de baile quedó con el eco de la última nota musical, una cama con un cuerpo ausente, las cometas se han elevado hasta el cielo, para siempre... y en su puesto de trabajo ya hay un reemplazo. 

Se cree que la violencia es eso que pasa en las calles, en otras casas, en otras ciudades, en otros países, la violencia es eso que pasa en la televisión, eso que a mí no me pasa, que a mí no me toca, que a mí no me afecta, por eso los ríos de sangre me dan igual, porque no es una sangre que me pertenezca. 

Los cementerios están llenos de accidentes de tránsito, de muertes repentinas, de enfermedades, y de un gran porcentaje de balas, cuchillos, navajas, machetes... a eso se reducen algunas vidas humanas; vidas que terminaron justo cuando apenas comenzaban, mientras quienes quedamos no sabemos si sentarnos a esperar nuestro turno o comenzar a ejecutar acciones para prevenir, educar y transformar esa realidad que está matando sueños, está matando nuestros sueños. Cuando un joven asesina a otro joven, es un sueño que apaga a otro sueño. 

El día se oscurece y el llanto de una madre se convierte en el llanto de todas las madres y el llanto de un padre se convierte en el llanto de todos los padres.

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