2:00 A. M.


Es de madrugada en la ciudad, todo está oscuro, no puedo decir que en absoluto silencio, porque en medio de mi soledad me acompañan los sonidos de la noche y una lámpara de aceite que ilumina el pequeño espacio que ocupa mi antebrazo y mi mano con el lápiz sobre el papel.

En casa ya todos duermen, mientras tanto afuera los grillos cantan sin cesar como si quisiesen decirme algo, de tanto cantar creo que me he acostumbrado a ellos, ya que se han convertido en mi única compañía nocturna, es más, creo que comienzo a adivinar que es lo que tratan de decirme, pero todavía no se los voy a contar, quisiera esperar algunas noches más a ver si tiene algo de sentido lo que mi mente ha tratado de descifrar.

No hace mucho llegué a casa, nadie me esperaba para cenar, ¿Pues a esta hora quién cena?, cada quien estaba en su habitación, imagino que en el sueño más profundo, porque con tanto ruido que hice al entrar nadie se percató de mi llegada.

Hoy durante todo el día, mientras terminabamos de organizar todos los preparativos para el matrimonio de Elizabeth y Darcy (Que me disculpe Jane Austen por robarme a sus personajes, pero no puedo no amarlos), no pude evitar pensar todo el día en mi Madre, aquí a mi derecha sobre el buró tengo una fotografía en marrón sepia de ella, de tanto no verla ya olvidé cuando fue la última vez que sentí un abrazo suyo, y de tanto pensarla ya me he vuelto experta en el oficio de extrañarla.

La última vez que mi Madre me escribió fue para decirme que la situación no estaba muy fácil, le quedaba poca comida y tenía que pagar los estudios de mis hermanas menores, pero que entre tantos pesares y carencias anhelaba con ansias su primer nieto, de su primera hija, y sí, nieto, porque quiere un varón, todavía no me atrevo a responder su correspondencia, no sé cómo explicarle que nunca tendrá por mi parte descendencia, ni varón ni mujer, ni nada, para mí no es fácil darle la noticia de que nunca podré concebir, mi infertilidad me lo impide, yo ya aprendí a vivir con eso, la verdad no me hace sentir incompleta, antes al contrario, creo que siento un alivio.

Hace algunos años, cuando por primera y única vez llegué a sentir amor, por la misma persona que por primera y única vez me rompió el corazón, porque de él en adelante decidí nunca más volver a enamorarme, ha pasado más de un año desde que mis ojos lloraron por última vez por él, recuerdo como si fuese ayer que me dije un día a mi misma, si Dios me permite la gracia de ser madre, quisiera que fuera él y solo él, el padre de esa criatura, ¡Qué vergüenza de mi misma! ¡Me arrepiento de esos pensamientos! Por culpa de su desamor no he vuelto a entregar mi corazón a nadie más, y no es que no quiera, simplemente ya no sé como hacerlo.

Dicen que el amor lo puede todo, ver a Lizi y a Darcy, tan enamorados me hace creer que todavía tengo esperanza, eso no significa que quiera ser la soltera a la que le caiga el ramo en medio de la fiesta, sin ánimo de ofender a quienes creen en ese tipo de cosas, pero para mi sería la peor de las desgracias.

Victor Hugo es un todo un caballero, es el padrino de bodas, durante toda la tarde no hizo más que mirarme, y cada vez que cruzabamos miradas yo no hacía más que esquivarle. No quiero que se me acerque, no quiero que me mire, no quiero que me dirija la palabra, después de algunos intentos fallidos con distintos personajes que no merecen que mis dedos escriban sus nombres, ni que mi boca los mencione, ni siquiera que mi mente los recuerde, no quiero conocer a nadie más, no quisiera darle falsas esperanzas a él, nunca podré llegar a amarlo, aunque cuando recuerdo lo culto e inteligente que es, todos mis miedos e inseguridades como por arte de magia desaparecen, quizá por esa razón no lo quiero cerca de mí.

Ya es tarde, el reloj de péndulo que está en  la pared en la cual se apoya mi escritorio suena de manera similar a las campanas de la iglesia, avisándome que son las 2:00am y recordándome que mañana, mejor dicho, más tarde es el casamiento, que soy la madrina de los novios y que a la vez tendré que estar más cerca de lo que quisiera del padrino de los mismos.

Ojalá no me pase de copas durante la fiesta, porque no respondo por lo que pueda pasar. 


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