EL PEQUEÑO ESCRITOR I


Escribir no es nada fácil, y mucho menos cuando no sabes cómo hacerlo, cuando no tienes la técnica, pero sueñas con aprender y quieres perfeccionar cada día más, entonces comienzas con la primera idea estúpida que se te viene a la cabeza, y de una la posteas en un estado de Facebook o en tu blog, hay días que por cuestiones de carreras lo escribes en tus notas personales del celular, pero es tu idea y por ende no quieres que se te olvide, no por eso tiene que ser aceptada, aplaudida o llenarse de “likes”, pero entendamos que la tecnología ha avanzado y las redes ya hacen parte de nuestro entorno y no está demás sacarle un lado jocoso y productivo a la vez, cuando escribes estás sacando una parte de ti que quieres compartir con alguien, en ocasiones quieres hacerlo para una persona en especial, pero no sabes cómo, es que no todo el mundo causa ese efecto en ti.

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Esta es una parte de la historia de un niño, quien vivía en una aldea pequeña y alejada de toda realidad social, no tenía vecinos, bueno sí, su vecindario era el paisaje más hermoso que tu mente pueda imaginar, árboles enormes, verdes y frondosos; flores grandes y pequeñas, amarillas, rojas y azules; pequeñas quebradas, lagos y lagunas con los mismos colores que las flores; animales por doquier, quienes cuidaban de él, cada día y cada noche.

Aquel pequeño tenía una pequeña biblioteca, completamente llena de historias, algunas  reales y soñadas, otras falsas y ficticias, pero de cada una aprendía algo distinto. Caminando recorría una larga y extensa carretera, iba y venía todas las mañanas de su pequeño y hermoso pueblo a la enorme e intoxicada ciudad; todos los libros que encontraba en los basureros, tirados en las calles, dejados en alguna banca, muro o césped, los convertía en su objeto más preciado y con ellos construyó el lugar más lujoso de su pequeña casa, su propia biblioteca, era su refugio, los libros eran su única compañía antes de dormir, sentía que nada le hacía falta, era completa y absolutamente feliz.

Un día de repente el pequeño creció, tomó todos los apuntes que había hecho en toda la historia de su vida, comenzó a organizar las ideas y escribió su primer libro, pero no era cualquier libro, era un libro especial, dedicado a una persona muy especial, alguien a quien no conoce y quizá nunca conocerá, o tal vez sí, como la vida da tantas vueltas… Él era consiente que después de que publicara su libro, esa persona lo leería en algún momento de su vida, esa era su única finalidad, que esa persona lo leyera y que al leerlo se sintiera la única protagonista de esa historia, la vaina es que cuando el libro se publicó, lo leyó hasta el perro y el gato, ¡Pues claro! era público y disponible a todos los seres humanos del mundo mundísimo mundial, aunque no todos se sentirían identificados, claro está, quizá algunos sí, otros pensarían: ¿Será para mí? o ¿Por qué no me suceden ese tipo de cosas? Pero nunca falta el amargado, que piense: ¡Que letras más estúpidas! Tranquilo señor amargado, no es su culpa no causar ese efecto en nadie o lo que es peor aún, no tener quien te inspire a hacer algo que nunca te has atrevido a hacer, y no precisamente escribir un libro a punta de estúpidas letras.

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